
Entre Olmos hay un rio
que recorre mis adentros,
sé que fluye caudaloso,
aunque yo no alcanzo a verlo.
Sólo escucho vagamente,
el palmeo de los remeros,
el silbar de los barqueros,
y el latido que me envuelve.
Los pianos del Otoño,
melodía omnipresente,
azabache mi pupila
cuando va a volver a verte.
Esmerado es el riachuelo,
quebradizo ser viviente
que se esconde entre las rocas
donde anidan las serpientes.
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